Pantano de Weston
Florida, 25 de febrero de 2010
Para Leah Bella Attie:

Cuatro días intensos están llegando a su fin y sentados en un puff de los cincuentas, Leah y yo agotados y felices miramos hipnotizados a una bola de pequeños cristales que gira en el centro de la pista de la única disco del pueblo.
Pisamos un pantano cubierto por una capa delgada de cemento que aparenta ser una ciudad, con central de bomberos, correo, lavandería y grandes súper mercados.
En la barra hombres gordos y barbones piden otra cerveza, mientras el coche del Sheriff da vueltas a la manzana, recordándonos a todos, que la ilusión se termina al salir por la puerta.
Hemos trabajado, inventado y encontrado la enésima versión de un espectáculo que planeamos hacer este verano. Sabemos finalmente lo que estamos buscando y nos miramos admirados, el uno por el otro.
Nos sabíamos científica y escritor, ahora también sabemos que somos animales de la escena, que nos gusta cazar juntos, pescar en el aire y volar en el agua.
No se cuantas horas bailamos, primero en casa de Leah con su grupo de Danzas Circulares Sagradas, luego debajo de estas luces al ritmo del más puro pop del sur de los Estados Unidos.
Florida, tierra de la eterna juventud, paraíso perdido de los conquistadores, sustento de parques deslumbrantes en donde todo es posible, pero también La Habana, Caracas, Guadalajara, Buenos Aires… afuera de si mismas.
Miramos la pelota de espejos en el centro de la pista y en lugar de ir por más alcohol Leah dice:
– Si esa bola tuviera luz adentro sería como Dios
– No es necesario que desprenda luz. Contesto
– Si, porque los reflejos somos nosotros y todo lo que existe.
– Pero según algunas tradiciones Dios no es ni más ni menos que el entramado.
– No. Debe tener su propia luz
– ¿Qué es la luz si no la admiramos? Hasta el judaísmo lo dice: Dios sin seres inteligentes que lo miren no es Dios y estos sin su Dios igual a él no es ser humano. Al menos el primero, el que fue creado hombre y mujer sin operaciones de costillas.
– No te entiendo
– Piensa en la Teoría Sintérgica y en la no localidad del experimento del Potencial Transferido que acabas de publicar en Yosomos.
– OK
– Estamos entrelazados pero también somos el tejido. Antes de este viaje tu y yo, no nos habíamos visto más que unas horas en total y hoy se que tengo, siempre he tenido una hermana.
– Gracias.
– Es mutuo, Dios necesita ser observado y nosotros también, si no fuera así no existiríamos. Llámalo como quieras tampoco es necesario llamarlo Dios. Y no importa si emite luz o si solo la refleja.
– Que fuerte
– Deja que los creyentes y los ateos se sigan peleando. No te metas, mejor salta conmigo.
– ¿Sabes? extrañaba esto, poder asombrarme, compartirlo y que se asombren conmigo. Desde Jacobo… no…
La tristeza pasa volando como un pájaro que aterriza en la mesa hasta que Leah dice:
– Ahora somos capaces de hacerlo sin él.
– Además no tenemos de otra.
– Acuérdate de lo que dijiste, Jacobo también esta dentro de nosotros, nadie nos puede quitar lo que nos dejo, ni siquiera su ausencia.
– No quiero ser observado desde la lástima, recuerda que no podemos transmitir eso.
– No lo vamos a transmitir, puedes estar seguro. Pero cada quién es libre de observarte desde donde quiera
– Si, pero no quiero dar motivos.
– No los darás, ya no.
Y ahora nos miramos y entiendo que es posible tener días así, con todo al mismo tiempo, trabajo, diversión, danza, filosofía, espiritualidad, plegarias y hasta veinte minutos de consumismo comprando regalos y lencería para Mery mi esposa (Por cierto, nunca había entrado a una tienda intima femenina y la verdad no se cómo lograron sacarme de ahí.)
Cierro los ojos y recuerdo a Leah hace unas horas anunciando la última danza circular. Para entonces habíamos bailado mantras budistas, plegarias hebreas para la sanación de los enfermos, textos de Francisco de Asís y hasta el Shema Israel.
– La próxima danza es el mantra u oración más poderoso que existe.
No se me ocurría nada más poderoso que lo ya bailado, pero entonces comenzó un silbido conocido.
– ¡Si, Bobby McFerrin y su “Don’t Worry Be Happy”!
Nos reíamos sin parar de bailar, viviendo la unidad desde el circulo formado en el Pantano de Weston en la Península de Florida.
No sabía en qué pensaban los caimanes que nos miraban desde el estanque y la verdad me daba igual.

© David Grinberg Preciado
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