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Recuerdos de experiencias de todos los usuarios con Jacobo Grinberg

Jacobo en Israel

Yosomos

Jacobo Grinberg Zylberbaum Jerusalén 1990 Jacobo Grinberg Zylberbaum Jerusalén 1990

La historia empieza en Tel Aviv en donde estudiaba Cine y TV. 1990 el año que corría y veinte años mi edad.

Me encontraba preparando un examen cuando sonó el timbre de la casa de la señora mayor con la que vivía. Fui a abrir la puerta y casi me desmayo.

Era Jacobo, mi hermano que sin avisar había venido desde México.

Jacobo sin poner ninguna atención a mi asombro me dijo:

-Acompáñame a Jerusalén, me esta esperando un gran cabalista que se llama David Toledano.

Mi única respuesta fue:

-¿Qué haces aquí?

-Quiero que me acompañes.

Ese era Jacobo, mi hermano mayor, así que olvidando mi examen y mi pasmo prepare mis cosas y nos fuimos.

Nos adentramos en uno de los barrios religiosos de la milenaria ciudad, tocamos en un pequeño departamento y nos abrió el Rabino David Toledano hablando en un hermoso…

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Sócrates 308 Nueva Edición

Perdonen queridos lectores que no ponga una fecha exacta a lo que voy a contar, pero estamos hablando de principios de los años ochenta y no creo que tenga importancia, pues voy a recrear un domingo cualquiera en la casa donde nací y crecí.
Dedicado a mi familia toda con todo mi cariño.

Sócrates 308

La televisión Sony Triniton comprada por mi padre en el barrio de Tepito transmitía a todo color y a mayor volumen, la final del Abierto de Estados Unidos, entre Jimmy Connors e Ivan Lendl. Eran la dos de la tarde y habíamos llegado hace unos minutos desde el frontenis del deportivo a la casa de Polanco: mi padre Abraham, mi hermano Dani y yo de unos catorce años.
Mi mamá Kemy, junto con Petra -la nana de todos- ponía la enorme mesa.
El menú de los domingos era siempre el mismo: para empezar consomé de pollo y luego arroz a la mexicana, frijoles, carne deshebrada con mole y tortillas, muchas tortillas. Solamente cuando Petra se tomaba varios días de descanso, mi papá iba por unas carnitas con chicharrón al famoso Grano de Oro. 
Pero hoy Petra sí que estaba y se notaba por su mal humor, hasta que llegó mi hermano Jerry recién casado con su esposa Esther, para dibujar en su cara morena un sonrojo de alegría mientras abrazaba a su “gordito.”
Se escuchó por primera vez aquella tarde la pregunta habitual:
-¿ Va a venir Jackie (Jacobo) ?
-No sé, contesto Kemy, con ese muchacho nunca se sabe.
Dani y yo corrimos a enseñarle nuestra nueva manopla de béisbol Palomares a Jerry y salimos los tres disparados al jardín para unos lanzamientos, mientras Bucky el perro corría como loco tras la pelota de cuero.
Mi padre no podía despegar la vista de la tele; la vida le había quitado a su dios en Polonia, a su gran amor en el quirófano y la poca cordura que le dejó estaba ligada a su dosis diaria de litio que lo mantenía en un estado bastante apático y alejado de la realidad, aunque siempre mejor que durante sus brotes psicóticos.
Nathán apareció en la puerta, venia de recoger a Liz su novia y fue directo a la cocina a abrir las ollas. Petra se volvió a enojar ante la invasión.
– ¿Qué hay de comer para mí? Sabes que estoy malo de la panza.
– Uy que novedad. Pues hay arroz y te guardé pollo del consomé.
– ¿El arroz tiene ajo?
– No. Mintió Petra.
Nathán y Liz fueron a saludar al patrón, que mientras los besaba no despego la vista de la pelota que iba de un lado al otro de la pantalla.
– ¿Va a venir Jackie?
– Con tu hermano nunca se sabe.
Para entonces se habían hecho las tres de la tarde y todos nos moríamos de hambre.
– ¿Esperamos a Jackie?
– No voy a esperar toda la tarde, además se me van a enfriar las tortillas. Gritó Petra.
– A comer. Dijo mi mamá.
Inmediatamente nos sentamos a la mesa a devorar las delicias domingueras.
Comíamos mientras la tele pequeña del comedor, transmitía ahora, el duelo entre Lendl y Connors.
– Lendl se parece al conde Drácula.
– No sabía que en Transilvania hubiera canchas de tenis.
– Muy bien. ¡Qué bola! Gritó mi padre mientras Connors lograba su primera bola para partido.
– Muy bien Jimmy, los veteranos sabemos jugar mejor que los novatos.
Connors escuchó a mi padre y se hizo con el trofeo, pero la tele no se apagó, tuvimos que ver los comerciales de la Rubia Superior y esperar a que Jimmy alzara la copa para que la tele finalmente se callara. Para entonces Jerry dormía en un sillón mientras que Liz, Kemy y Esther se tomaban su café turco, hasta Nathán se animo a probar un poco.
– Solo para que Kemy me lea la taza.
-Una, dos y tres vueltas, ahora lo dejamos asentar.
Las tazas de las mujeres estaban llenas de estrenos, visitas y en el fondo del asiento dinero, pero la de Nathán tenía forma de intestino y mi madre no supo muy bien qué inventarle.
– ¿Y Jackie a qué hora llega?
– Si es que llega.
Mientras tanto Dani, 2 años menor que yo, jugaba con Buckie y conmigo béisbol, hasta que el vidrio que dividía el jardín con el comedor fue atravesado por una de mis mejores pichadas.
Se acabó la lectura del café y hasta la siesta de Jerry. Mi mamá nos gritaba sin parar. Por suerte en ese momento entró Jacobo.
Vestía una camisa oaxaqueña blanca con cintas de colores y nada más importó.
Todos a saludarlo, mi padre el primero, saliendo al fin de su tristeza al ver a su hijo mayor.
Jacobo nos abrazó a todos y se sentó en la mesa . Mientras saboreaba la comida de Petrita nos dijo sin más.
– En Cuernavaca estamos enseñándole a los niños a mirar con las manos.
– ¿A ver con qué?
– Les tapamos los ojos y les enseñamos a mandar al cerebro el mismo estimulo que envían con los ojos pero con las manos. Porque en realidad no vemos con los ojos, las imágenes son tan solo un producto de nuestro cerebro, lo único que hay que hacer es cambiar el canal de entrada.
Nadie creyó ni comprendió algo que a Jacobo le resultaba tan natural y obvio, pero ninguno habló.
– ¿Me enseñas a ver con las manos? Rompí el silencio.
– Claro, contestó.
Más de veinticinco años después las cosas aparentemente han cambiado mucho. Entre otras cosas, Abraham ya no está con nosotros y la casa de Sócrates 308 se convirtió en un edificio.
Pero Petra sigue cocinando en Tlaxcala, Nathán sigue teniendo problemas de digestión, Jerry es un experto en siestas y en jugar con los niños, Dani es de los pocos jugadores de frontenis en México con menos de setenta años, Kemy nos sigue leyendo la taza de café turco y yo cambié la raqueta por la pala de Padel Tenis, así que sigo lanzando pelotas contra los cristales.
Pero eso si, todos nos seguimos preguntando:
– ¿Va a venir Jacobo?

Foto: cortesía de Dan Grinberg Preciado.

Jacobo en Israel

Jacobo Grinberg Zylberbaum Jerusalén 1990
Jacobo Grinberg Zylberbaum Jerusalén 1990

La historia empieza en Tel Aviv en donde estudiaba Cine y TV. 1990 el año que corría y veinte años mi edad.

Me encontraba preparando un examen cuando sonó el timbre de la casa de la señora mayor con la que vivía. Fui a abrir la puerta y casi me desmayo.

Era Jacobo, mi hermano que sin avisar había venido desde México.

Jacobo sin poner ninguna atención a mi asombro me dijo:

-Acompáñame a Jerusalén, me esta esperando un gran cabalista que se llama David Toledano.

Mi única respuesta fue:

-¿Qué haces aquí?

-Quiero que me acompañes.

Ese era Jacobo, mi hermano mayor, así que olvidando mi examen y mi pasmo prepare mis cosas y nos fuimos.

Nos adentramos en uno de los barrios religiosos de la milenaria ciudad, tocamos en un pequeño departamento y nos abrió el Rabino David Toledano hablando en un hermoso Judeo Español.

Jacobo y el gran cabalista hablaron por horas, mientras comíamos galletas y tomábamos café turco.

Rab David Toledano y David Grinberg. Veinte años después.
Rab David Toledano y David Grinberg. Veinte años después.

Estuvieron de acuerdo en que una mente es capaz de influir a otra sin que entre ellas medie ningún sentido físico y sin importar la distancia, también David Toledano le confirmo que la energía y la materia son totalmente intercambiables y no le sorprendió la experiencia de Jacobo al lado de Pachita la gran curandera mexicana.

Salimos de ahí ya tarde y llegamos a la casa de unos amigos en donde pasamos la noche.

Al otro día el movimiento Paz Ahora (Shalom Ajshav), organizaba una manifestación en la que palestinos y judíos tomados de la mano rodearían la ciudad vieja de Jerusalén haciendo un enorme circulo.

Y Por supuesto estuvimos ahí.

Fue una fiesta de posibilidades de paz, un acto maravilloso cargado de simbolismo.

Espero el día en que algo así se pueda repetir.

Le tome la foto con la que comienza esta entrada ahí y lo acompañe al Aeropuerto.

Mientras yo volvía al amanecer a mi casa de Tel Aviv,  Jacobo volaba a la India en donde seguiría investigando ahora con maestros del  budismo y el  hinduismo.

Todo esto paso en dos días y una noche normales para Jacobo y absolutamente increíbles para mi.

 

David Grinberg Preciado
Basado en un texto de yosomos.com publicado en 2009

 

 

Colegio Tarbut

Colegio Tarbut

Yosomos también 15 años de escuela entre la Cervecería Modelo y la Fabrica de Chocolates Larín.

Dentro de la estructura de cemento llevamos todo este largo periodo de tiempo.

Aunque nos dejan visitar a nuestra familia, la noche no es suficientemente larga para reponerse.

Los pantalones marca Topeka hechos de mezclilla acartonada nos raspan las piernas y las rodillas necesitan además de un parche que se pega con el planchado y cuya textura de plástico nos hace sudar.

A mi hermano lo invitan a buscarse otra escuela a los siete años por haber reprobado una materia.

A mi amigo lo expulsan por inexplicables problemas de conducta posteriores a la muerte de su madre.

A mi me dijeron que no podría escribir nunca nada con tan fea letra.

A todos nos dicen, todo el tiempo, que estamos en la mejor escuela, que tenemos que estar a la altura, que la carrera, el dinero y el éxito se consiguen siguiendo siempre sus reglas.

Nuestra educación esta en las mejores manos, del joven Estado de Israel vienen los nuevos hombres y mujeres a enseñarnos como enfrentarnos a todo. La pólvora de las guerras de Yom Kipur y del Libano aún les manchan los dedos y sobre todo la memoria.

Somos en cierto modo sus hijos, pero también quieren que seamos sus soldados mientras la atmosfera se llena de un olor a Chocolate Almonris, no a Tin Larín, no a Cerveza Corona y yo ya no puedo pensar.

Somos del mismo pueblo, unos luchamos y otros pasan los domingos en el deportivo ¿No se sienten culpables?

Somos el primer beso, el mejor amigo, el enemigo jurado, la primera decepción.

Somos el auditorio que no se puede usar después del temblor de 1985 pero por el que me cuelo con la más religiosa de la clase a buscar autentica agua sagrada.

Somos la última generación que crece sobre cemento, la próxima florecerá sobre la hierba fresca de Cuajimalpa.

Pero somos los que trascendemos todo eso, los que escribimos obras de teatro en el recreo, los que descubrimos el poder unificador de la danza y de la música.

Somos los maestros que nos llevan a los tiempos bíblicos, al país de Alicia, a Waterloo y de regreso a la Gran Tenochtitlan.

Y gracias a ellos también Aura, Génesis, Rayuela, Los Amorosos y Cien Años de Soledad.

Estudiamos biblia sin religión y los ateos no entienden para qué y los creyentes tampoco.

Suena la campana y leemos el Popol Vuh mientras comienzan los olores del sincretismo clarividente y contagioso.

Se escucha la sirena, es una evacuación, salimos en filas al jardín del Hospital Español, tenemos miedo. No sabemos si es otra bomba o si alguien no quiere presentar un examen. Somos ajenos, ni israelíes ni mexicanos ¿Qué somos?

Volvemos a clase, suena el acordeón y cantamos hasta la hora del lunch. Compramos sopes, arroz con mole, zanahorias y  jícamas con chile y limón. Saco mi torta de Salami Fud con queso en pan de Elizondo, mientras tomo agua de Jamaica todavía fría de mi termo.

Abrimos los ojos. Se acabo. Tenemos canas, hijos, matrimonio, divorcio, panza y algunas arrugas en los ojos. El Teatro Cuántico Condensado termina su ejercicio principal.

Nos abrazamos y cantamos. Estamos aquí 23 años después. Vivimos en la extensión de la extensión de la inmensa ciudad de México o más lejos aún a donde también nos la llevamos.

Es el pasado, ni mejor ni peor que el de los demás, simplemente él nuestro.

Estoy feliz de verlos, gracias a todos por venir a hacernos este regalo.

Los Participantes del Teatro Cuántico Condensado

Literal Amor a la Camiseta Original

Organizadores: Halina y David

Pasta Para Hacer Globos

Pasta Para Hacer Globos

Un domingo de 1978 en el Bosque de Chapultepec.

–       Passssssssssssssta para hacer globosssssss, passssssssssssssta para hacer globosssssss.

–       Se va a llevar el Helicóptero de la Cruzzzzzzzzz.

–       Chicharonesssss.

Parece que los vendedores de afuera del parque imitan a los habitantes del nuevo serpentario del Zoológico de Chapultepec.

Dani y Estusha de ocho y yo de diez años estamos paseando con Nathán mi hermano mayor y tío de Estusha y Jackie mi hermano más mayor y padre de Estusha. Es extraño pero Dani y yo somos tíos y Dani desde que nació, pues Estusha nuestra sobrina es unos meses más grande que él. Pero bueno hay pocas cosas que no son un poquito raras en nuestra familia.

En la mañana estuvimos en la Casa del Lago viendo una obra de teatro infantil en la cual Nathán actuaba ni más ni menos que del Perro Snoopy, la verdad nos encanto. Y ahora por fin estamos por entrar al zoológico, pero antes tenemos que comernos un chicharrón con mucho chile y limón, comprar un helicóptero para mi y dos juegos de pasta para hacer globos para Estusha y Dani. Saco mi juguete de la bolsa y giro emocionado la liga que mueve el disparador de mi flamante nave voladora.

–       ¡Vean que alto!

–       Sube hasta el cielo

–       Wauuu

–       Se esta yendo chueco

–       ¡Regresa!

–       Se va al zoológico

–       ¡No!  ¡Mi helicóptero!

Un lanzamiento solamente y el juego ya esta encima de la jaula de las cebras, lo bueno es que Nathán me compra también una pasta para hacer globos y aunque ninguno de los tres logra hacer uno tan grande cómo el del vendedor, nos entretenemos bastante mientras hacemos la enorme cola para ver a las serpientes.

Por fin estamos dentro del serpentario y nos recibe una boa gigante.

–       ¿Se puede comer un elefante cómo en El Principito?

–       Si claro

–       ¿Y cuántos meses tendría que estar sin moverse para hacer la digestión?

–       Unos seis meses.

–       ¿Y con los colmillos del elefante qué pasaría?

–       Yo creo que los escupiría.

–       ¿Pero cómo? Si mientras hace la digestión esta dormida.

–       Oye Jackie ¿Tú crees que la piel de la boa puede ser tan elástica?

–       Oye Nathán ¿Cuándo las serpientes tenían pies, eran serpientes?

Jackie y Nathán se miran con cara de no saber que más inventarnos.

Por suerte para ellos nos empujan a una cola aún más grande para ver a la temida anaconda, la más grande y venenoso asesina que se arrastra sobre la tierra. Mientras tanto Dani y yo nos quitamos los cinturones y lentamente y al mismo tiempo rozamos los cuellos de Nathán y Estusha que gritan despavoridos. La pobre Estusha llora y su papá nos regaña amenazándonos con salirnos de la fila.

–       No porfa.

–       Quiero ver a la Anaconda.

–       Si, perdón Estusha era de chiste.

–       Perdonanos porfa.

–       No lo volvemos hacer.

–       Pues chiflando y aplaudiendo, que si no, nos vamos a la casa. Dice Nathán.

La cola sigue y Dani y yo ya no podemos hacer travesuras con lo cual el tiempo se congela. Yo me voy a mi mundo. Es muy divertido porque, estoy pero no estoy. O sea, sigo en la fila para ver a la anaconda, pero al mismo tiempo estoy viajando a donde yo quiero. Esta vez me voy a la sala de mi casa pero no en un día normal. Si no a los días y noches que Nathán y sus amigos del teatro ensayan. Me acuerdo de “Charlie Brown” y los lápices gigantes para la escena de la escuela. De “Terror y Miserias del Tercer Reich” y la idea del lavado de cerebro. De la “Casa de Bernarda Alba” en dónde todos los personajes son mujeres pero todos los actores son hombres. (La verdad de esa obra casi no entendí nada). Del director Abraham Ose… oserans…Oseransky el de los bonsáis, que viene en su coche negro con Sabina y que todos escuchan en absoluto silencio. Hasta a mi me da miedo y también curiosidad, parece que lleva un mundo solo suyo en la cabeza.

–       ¡Aaaaaaaaaah!

–       Jajajajajajaja.

Estusha me esta dando de mi propia medicina ayudada del cinturón de Dani. Estoy blanco.

–       Se te quito el hipo.

–       No tenía hipo.

–       Jajajajaja.

–       Pasenle. A ver ¿Cuántos son?

Anaconda verde (Eunectes Marinus) de la familia de las Boas. Nos dejan pasar a ver a la gigante en la parte más oscura del serpentario, no decimos nada, solo admiramos al monstruo de ocho metros. Aunque muy rápido nos piden que nos vayamos, que todavía quiere entrar más gente y salimos al sol del Bosque de Chapultepec. Por suerte Nathán y Jackie aceptan llevarnos a los espejos deformados que están abajo del castillo, así que vamos para allá y haciendo globos de pasta caminamos por el llenísimo parque.

Pero en el camino, descubrimos algo. Es un lugar muy escondido y metido en la montaña del castillo, como si fuera una cueva: Audiorama dice en la entrada. Los cinco entramos hablando a todo volumen, pero se acerca un señor con barba y nos pide silencio.

–       Acá se viene a oír música clásica, no a platicar.

–       Wau hay sonido cuadrofónico.

–       Mira ponen cintas de ¼ de pulgada, eso es mejor que los discos LP y los casetes.

–       Y las sillas redondas y de colores están buenísimas.

–       Silencio. Si se quieren quedar es para oír, no para hablar.

Nos sentamos o más bien nos acostamos a escuchar.

Mientras Mozart suena, yo cierro los ojos y pienso en todas las veces que quiero regresar a este escondido lugar.

© David Grinberg Preciado. Barcelona 8 de enero de 2010

Safed

Entre la niebla y lo empañado del parabrisas del Tsuru gris era casi imposible ver el camino.  Rossana la copiloto, tenía que limpiar a cada rato el vidrio con unos Kleenex que estaban por terminarse. Llovía mucho por la carretera que va de Xochimilco a Oaxtepec, algo normal en el verano mexicano, lo extraño más bien, era que ese camino nos llevara a Tzfat.

Safed o Tzfat es una ciudad en la Galilea famosa por sus grandes cabalistas, durante cientos de años ha sido considerada un centro místico. Jackie le llamaba así a la casa que albergaba el Instituto Nacional para el Estudio de la Consciencia (INPEC) el cual dirigía aunque no tuviera a nadie a su cargo  y también era uno de sus dos lugares de residencia.

– Allá están los puestos de quesadillas.

-Por fin.

Bajamos del coche algo mareados y corrimos a refugiarnos de la tormenta bajo el techo de asbesto ennegrecido por el carbón del anafre. Del Renault 12 se bajaron Jackie y su segunda esposa Tere que ya nos esperaban.

Abrace a mi hermano como si nos hubiéramos encontrado en la punta del Himalaya.

– ¿Cuatro caldos de hongos para empezar?

-Si señora por favor.

Y como buenos Grinbergs nos dedicamos a comer y a hablar en buenas cantidades.

-Aquí les pongo las de Cuitlacoche con queso y las de flor de calabaza.

– Gracias. Ah y unos tacos de cecina también.

Bueno, hablábamos todos menos Tere que estaba de un humor infernal.

Mientras comprábamos alegrías a un vendedor de dulces artesanales las nubes se fueron por completo.

-Vamos a tener que bajar caminando, con tanto lodo los coches no van a llegar.

Entonces Jackie que no podía soportar el ruido del silencio de Tere propuso una meditación.

-Caminamos hasta Tzfat, son como veinticinco minutos, esta prohibido hablar, se trata de sentir cada una de nuestras pisadas en cada parte de los pies, pensar solo en nuestros pasos. Concluyo mirando a Tere  – Ni una palabra.

Nos adentramos en el mínimo sonido de nuestras pisadas sobre el bosque hasta que llegamos.

Dentro de una sencilla obra estaba un estudio con una máquina de escribir portátil, una sala para dar clases o meditar y una pequeña habitación.

Afuera Jackie había construido un ingenioso sistema para recoger el agua de la lluvia guardándola en una enorme cisterna. Estaba tan bien hecha, que cubría todas las necesidades del año.

–       Vengan les voy a enseñar la torre.

Bajamos el empinado jardín hasta llegar a una torre redonda hecha de piedra.

–      Siempre soñé con construirle un castillo a Estusha mi hija, así que dibuje esta torre y se la di a un maestro para que me la hiciera con las piedras que hay por aquí cerca del río.

Así era o es mi hermano mayor, parecía que todos los obstáculos que hay entre pensar algo y hacerlo simplemente no existiesen o al menos no tuviesen ninguna importancia.

Rossana y yo estábamos encantados mientras que Tere se había quedado lejos, del otro lado del terreno.

–       ¿Quieren conocer un lugar mágico?

–       Claro. Conteste

–       Todavía más. Dijo Rossana

–       Vengan

Bajamos los tres hacía el río que corría debajo de Tzfat, lo cruzamos haciendo un camino de piedras y caminamos en medio de la espesa niebla, hasta que, dejando atrás el espeso bosque llegamos a un llano.

-Ya estamos aquí. Ahora les toca descubrir porqué es mágico.

Miramos en todas las direcciones, la verdad es que entre la niebla, los árboles milenarios y la poca luz que le quedaba a la tarde era difícil ver algo que no lo fuera.

Pero sabíamos que había algo más. Rossana descubrió el primero, luego me di cuenta que todos eran iguales, no había ninguno de tres hojas.

–       Todos los tréboles tienen cuatro hojas ¡ Todos!

Dalai Chumi

Estimad@s lector@s de Yosomos:

Esta historia llena de humor la había escuchado Jacobo en alguno de sus viajes y le encantaba contarla. L@s  invito a leerla y a descubrir porqué me gustaría que fuera profética.

DALAI CHUMI

En la agencia de viajes se encendió el botón de la línea dos del teléfono de disco Alcatel. Del otro lado la Señora Greenstein pedía una cita para organizarse un viaje.

–       ¿Nepal?

–       Si

–       Pero..

–       Pero nada, llego a las cinco.

La puerta de la agencia de viajes se abrió con un beep y los ciento cincuenta kilos de la Señora Greenstein  entraron a la oficina y se sentaron en la mesa del dueño del negocio.

–       Señora Greenstein es un gusto verla por acá

–       Igualmente. Solo necesito el avión de ida y vuelta a Nepal

–       Claro que si. Solo que antes déjeme mostrarle las ofertas de la temporada: tenemos cruceros por el Mediterráneo,  o por el Caribe, Las Vegas, una semana de teatro en Broadway con entradas a Cats incluidas…

–       Quiero ir a Nepal

–       Pero a su edad, Nepal puede ser muy peligroso y sin un tour organizado…

–       Dame un  boleto a Nepal que ya me tengo que ir.

–       Bueno, como quiera señora, pero nosotros solo nos hacemos responsables del viaje en avión ¿Cuándo quiere salir?

–       Ya.

–       En el próximo vuelo

–       Ni modo que en el anterior

–       Y el regreso.

–       Déjalo abierto

Siete escalas y 35 horas después, el avión aterrizo en el Aeropuerto de Katmandú. Por la estrecha escalerilla descendieron los ciento cincuenta kilos de la Señora Greenstein, que luego de pasar migración se acerco a una modesta oficina de turismo.

–       Quiero ir al Himalaya voy a visitar al Dalai Chumi.

–       Espere un momento voy a llamar a un Guía especializado.

Cuatro horas después apareció Dipendra, un esbelto guía.

–       ¿Usted es la qué quiere ir con el Dalai Chumi?

–       ¿Cuándo salimos?

–       Señora no salimos, usted es pesada, un hombre joven tiene que hacer tres días en coche, un mes en mula y otro mes caminando. Con usted sería un año

–       Tengo tiempo ¿Nos vamos?

–       Además necesitaríamos un campamento, varias mulas y unos cinco o seis cargadores para llevar sus maletas.

–       Tengo dinero ¿Nos vamos?

Lo último lo dijo sacando unos cuantos billetes de cien dólares. Media hora después las maletas viajaban en la caja trasera de una destartalada camioneta, en donde  además iban los seis cargadores, delante Dipendra al volante  con la Señora Greenstein.

Luego, tres días de curvas y subidas empinadísimas por caminos de tierra húmeda a punto de despedazarse, hasta que el camino se hizo tan estrecho que fue imposible seguir.

Montaron un campamento con tres tiendas, una era la bodega, la otra el dormitorio de todos los hombres y la tercera la “suite” de la Señora Greenstein.  Por primera vez ceno dal-bhat, un plato de arroz con lentejas y verduras.

Antes del amanecer todos reunidos junto al fuego desayunaron dal-bhat y cargaron cuatro mulas. En la quinta acomodaron con mucho más esfuerzo los ciento cincuenta kilos de la Señora Greenstein.

Se adentraron poco a poco en las cumbres del Himalaya, pasaron frío, y aburrimiento, con muchos días de no poder salir de las tiendas por las tormentas de hielo y nieve. Las nada tontas mulas, se negaban a llevar a la Señora, así que se tuvo que negociar con ellas, para que a lo largo de cada día la señora pasara por los lomos de cada una de las cinco. Sin embargo estos continuos cambios eran muy complicados, hasta que lograron perfeccionar la técnica de pasar a Greenstein de una mula a la otra sin necesidad de que tocara el suelo, entonces pudieron acelerar un poco el paso.

Tres meses en mula terminaron cuando el camino se volvió demasiado pedregoso incluso para estos fieles animales.

Se tomaron dos días de descanso en donde se dieron el lujo de comer dal-bhat durante todo el día y no solo al amanecer y al anochecer. Necesitaban energía para el tramo a pie.

Misteriosamente la Señora Greenstein caminaba al paso de los demás, parecía haber acumulado grasas durante decenios, en el banco de sus carnes, como previendo este momento.

El buen tiempo los acompaño y un mes y una semana después se encontraron con una enorme fila de personas que llegaba hasta la entrada de la cueva del Dalai Chumi.

La Señora Greenstein mando a llamar al monje encargado.

–       Quiero ver al Dalai Chumi

–       Bienvenida. La paciencia es uno de los dones más preciados, el maestro se encuentra en una profunda meditación, calculamos que en unos seis meses podrá empezar a recibir a todas las personas que como usted le esperan.

En ese momento se acabo la paciencia Zen de la que se había armado la Greenstein desde que decidió ir a la agencia de viajes hace ya casi seis meses.

–       Quiero ver al Dalai Chumi ahora.

–       Imposible. La primera prueba es esperar.

–       Ahora mismo

–       No señora, no podemos interrumpir al maestro…

Pero la Señora Greenstein ya había sacado una pistola y apuntaba hacia su propia sien.

–       Ahora, he dicho, ahora.

–       ¡Violencia no, por favor señora guarde el arma!

–       Quiero ver al Dalia Chumi inmediatamente.

–       Esta bien, voy a interrumpir al maestro, pero guarde la pistola y no la vuelva a sacar. La violencia no va con nuestras enseñanzas.

Acto seguido el monje desapareció en el interior de la cueva para salir un par de horas después.

–       El Maestro la va a recibir, pero solo puede decirle siete palabras. ¿Esta de acuerdo?

–       Si, si, ya, llévame adentro de la cueva.

–       Y la pistola me la entrega…

–       Si tenga

El Monje y la Señora Greenstein entraron lentamente al recinto en cuyo centro sentado en flor de loto meditaba el Maestro. El Monje con suma delicadeza toco el hombro del Dalai Chumi para avisarle que estaban ahí. Mientras el Guru lentamente abría sus ojos azules, sin más preámbulos la Señora Greenstein le dijo sus siete palabras:

–       Ya estuvo bueno, vámonos a casa Jacobo.

Un Viernes de 1991

Jacobo Dalai

Llegué a la Catedral en el Metro. Ninguno de los hermanos podía dejar sus ocupaciones, así que yo iba solo.

Jacobo había hablado a la casa un par de días antes para decirnos que habría un servicio ínter religioso en la Catedral con motivo de la visita del Dalai Lama a la ciudad. El rabino Palti de la Comunidad Sefaradí de México no podía acudir en representación del judaísmo por ser la víspera del Shabat, así que había pedido a Jacobo que lo sustituyera.

Me senté en la abarrotada catedral a escuchar, al Arzobispo, al Imán, al Pastor a Jacobo y al Dalai Lama.

Recuerdo a los asistentes, a las personas humildes que normalmente acuden al céntrico recinto, sentados al lado de  are – krishnas, musulmanes con turbante, hippies, mujeres elegantes, hombres con traje de marca…

El servicio ecuménico estaba dedicado a la paz y cada uno de los ministros o sacerdotes hizo una pequeña plegaria en su honor.

Yo miraba una y otra vez hacia donde se encontraban los representantes religiosos y mi asombro era total. Estaban todos juntos en el estrado del más importante recinto católico de America, rezando por lo mismo y mi hermano (que no tenía nada de Rabino) representaba a los judíos desde el asiento contiguo al Dalai Lama. Confieso que me costaba asimilar lo que veían mis ojos y lo que escuchaban mis oídos.

Pero era así. La catedral vibraba en armonía con lo que ocurría en su interior, mientras Jacobo hablaba de la unión entre todos los seres humanos por encima de toda diferencia, tal como aquella ceremonia la comprobaba. Concluyó rezando la plegaría del Shema Israel, pronunciando la bendición del vino y deseando a todos los presentes Shabat Shalom: un sábado de paz.

Cuando la ceremonia acabó, me di cuenta que no era el único con lagrimas en los ojos, muchos nos habíamos emocionado con palpar la armonía lograda con un poco de voluntad y de aceptación de los otros.

Me acerque a saludar a Jacobo, lo felicité, y al girarse me presento al Dalai Lama. La sonrisa del monje tibetano se abrió y con ella una alegría sencilla, absolutamente infantil y al mismo tiempo tan poderosa que me convertía de inmediato en un niño de nuevo.

Nos despedimos y salí a la lluviosa Ciudad de México que parecía llorar porque los instantes de magia posible habían terminado, aunque quizá, me consolé, tan solo habían comenzado.

A mi lado paso un auto ingles muy lujoso, la ventanilla eléctrica se abrió, era la sonrisa del  Dalai Lama que se despedía de nuevo, Jacobo sentado a su lado me grito:

-Vamos a comer churros con chocolate al Café de Tacuba. Te quiero David  gracias por venir.

El coche aceleró salpicando los charcos.

Anécdota de Leah Bella Attie

Trabajar para Jacobo tanto años me da la alegre oportunidad de contarles muchisimas anecdotas, asi que ire poco a poco.
Una de las mas interesantes fue cuando nos conto una historia con Pachita, la curandera que realizaba cirugías con cuchillo de monte (les recomiendo leer el libro, «Pachita»).
La primera vez q Pachita dejo a Jacobo entrar en «el quirofano» el cual era una habitacion comun y corriente, ella realizo una operacion, al terminarla le dijo:
–Satura
–Sutura, contesto Jacobo.
–No, Satura, le grito ella.
–Se dice sutura, donde tienes el hilo?
–Satura, le contesto una vez mas. Y tomandolo de las manos se las coloco sobre la herida del paciente y le dijo de nuevo:
–Satura, satura de energia esta zona para q se cierre la herida.
Jacobo puso entonces sus manos sobre la persona q estaba en la cama y lleno de energia la zona…la herida se cerro.

Se pueden imaginar este tipo de historias contadas en el laboratorio de psicofisiologia de la UNAM???
Era verdaderamente un abanico de emociones, mezclando ciencia de vanguardia con estadistica ortodoxa.  Platicas esotericas entre lectura de textos de fisica…
Hoy en dia es mas comun el tema ciencia-espiritu, pero creanme que en 1990, hace 19 años q lo conocí, no era nada comun… A veces Jacobo decia «no hablen muy fuerte, no nos vayan a oír».

Experiencia de Goldie

Lector@s y amig@s de Yosomos:

Les comparto una experiencia de Goldie con Jacobo.

Me emociona la forma en que estamos comenzando a reconstruir sus memorias con palabras llegadas desde todas partes del mundo.

Un abrazo

Querido Dudi:

Nathán acaba de cumplir años y yo cumplire dentro de pocos dias. Nacimos ambos en el mismo año y las memorias de ellos y el tratar de recordar a Jaquie (Jacobo) me han regresado a mi infancia con ellos y tantas convivencias.
He sentido por tanto tiempo una enorme tristeza al haberse perdido una vida tan preciada y sin tener respuesta a tantas incógnitas rodeando su desaparicion. Estos pequeños capitulos recordando son maravillosos.
Yo tengo una pequeña historia.

Mi mama era la hermana menor del papa de Jaquie. En 1956-7 mis padres invitaron a Jaquie a un viaje de familia a Nayarit, Guadalajara, y creo que a Camomila. Yo tenia 5-6 años entonces y era la menor. Mi hermano Jaime, primas Lina y Raquel , todos de la misma edad y 6 años mayores que yo, también viajaron con nosotros. Obviamente los mayores, Jaquie incluido (dos años menor que mi hermano, Raquel y Lina), estaban en su propio mundo de travesuras y andanzas.

Una noche, por poco quemaron el hotel, otro dia se fueron de pesca (¡en el acuario del hotel!) y en fin, fue un viaje inolvidable. Una mañana durante el desayuno, Jaquie tenia su taza de café con leche y le empezo a poner una tras otra cucharada de azucar. Yo lo miraba embelesada y finalmente con una sonrisa picara me dijo: no te preocupes, no lo revuelvo, para que no este muy dulce . Lamento que mi vida en USA desde 1972 me haya impedido compartir otros momentos con el y con todos ustedes.

Goldie Nijensohn