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Ciudad, Túnel, Humo. Parte 2

Salieron vestidos de ropas multicolores, tocando sus tambores y sus instrumentos mientras cantaban con enorme orgullo a Krishna rodeados del humo del incienso, por las calles de la Colonia San Miguel Chapultepec.

Ella iba al centro del grupo, su pelo negro y chino cubierto por una mascada naranja y sus ojos verdes. Bailaba en medio de todos a pesar de haber llegado al Ashram de los Are Krishna hace apenas una semana.

De niña sus padres la llevaban a aprender de  Guru May en la Condesa, los veranos se pasaban en de retiro en el Estado de Nueva York, haciendo trabajos comunitarios. Un par de viajes a India después y la alegría de dar ya viajaba por su interior.

Más tarde en la secundaria dejo a su Guru para unirse a un rabino de Lubavitch que había conocido en Polanco a la salida de su escuela, un gordo pelirrojo y simpatico que de no haber sido estudioso de la Torah,  sin duda encabezaría a una compañía de clowns. El Rabino le dio un camino y cosas que hacer desde que abría los ojos muy temprano, hasta que los cerraba en la noche y los sábados eran un banquete de historias que pasaban de generación en generación, siempre con una moraleja, un mensaje aplicable a  la vida.

Justo antes de terminar el colegio conoció el amor por alguien en concreto de la manera menos espiritual, el joven del que se enamoro estaba continuamente hasta arriba, siempre intoxicado. Salian de martes a sábado de un bar al otro, sin ofrecerle nada más que diversión. Ella había aceptado poniendo de lado el amor universal, rendida a todo placer y sin poner el más mínimo pero.

Hasta esa mañana de hace una semana en la que si bien no recordaba cómo había llegado hasta ahí, ni en qué momento se acurruco en un cartón bajo el techo de la panadería del Metro Juanacatlán, si recordaba el instante en que sintió su cuerpo demasiado estimulado desde afuera y su alma como una fosa de clavados sin agua.

Amanecía y pasaron con incienso y panderos, no la invitaron a seguirlos, ella se quito los zapatos y los persiguió hasta el Templo Are Krishna de la calle Tiburcio Montiel.

Canto, bailo y un hombre rapado y con una enorme barba blanca le hablo del Atma, el alma, la conciencia inmaterial que baña la existencia humana y la conecta con el infinito.

Así que hoy festejaba a Krishna moviendo la cabeza, sintiendo los resortes de su pelo negro rozando su cara por última vez.

Palabras de la Presentación de Yosomos

Queridos lectores:

Les comparto mis palabras en la presentación de mi libro el 10 de octubre

Buenas tardes a todos estoy feliz de regresar a Tlaxcala.

Agradezco al maestro José Arellano y a Xadani su invitación a este hermoso espacio.

A Ana de la Macorra y a  José Arellano por sus palabras.

A mi esposa Mery por estar aquí y a todos ustedes por el favor y el calor de su compañía.

Yosomos es un palabra mal dicha quizás, inventada por mí a fin de cuentas y que se me ocurrió caminando por un parque del otro lado del mundo.

Me gusta ser concreto, resumir, por eso me pareció en ese momento, que había encontrado en esta palabra que no existe o no existía, un resumen de varias ideas que me han obsesionado desde que descubrí de la mano de mi hermano Jacobo que la mente no está alojada únicamente en nuestro cerebro, que también está en el colectivo, en la nube, en la lattice y que ese campo de conexión está habitado por toda la conciencia, además de por la que cada uno de nosotros posee.

Somos nuestro país hoy más que nunca ensangrentado, somos nuestra religión integrada a los huesos y a los sentidos, somos las ciudades y pueblos que pisamos en vida y a través de las huellas de nuestros padres y abuelos, somos nuestros hijos y todo lo que les dejamos, ese todo que siempre nos parece poco, somos nuestros amigos, alumnos, maestros…

Este libro que hoy presentamos es también breve y concreto. Se trata de un juego de identidad en el que me atrevo a ser muchos para poder buscar quién soy o quiénes somos, no hay mucha diferencia entre el plural y el singular.

«Pienso luego me desaparecen». Decía la cartulina arrugada de un estudiante hace dos días en una marcha de rabia por lo que pasa en nuestro país. Escrita con plumón y con prisas, esta poderosa frase no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza, ya que si bien expresa una verdad incuestionable  a la luz de los últimos acontecimientos, también es cierto que las ideas no pueden desaparecer, y si para Ray Bradbury los libros son indestructibles aunque sean quemados por sus bomberos de Farenheit 451, este libro deja mi identidad en cierta medida fuera de mi y eso no sé porqué me resulta liberador.

¿Qué podemos hacer en un mundo enloquecido por el dinero, el poder y la violencia? ¿Qué nos queda a los que no hemos perdido la esperanza?

Nos queda dejar en la conciencia universal nuestras ideas usando libros, paredes, la web y toda experiencia de libertad.

Invitados todos a leer y sobre todo a volver a Descartes, a pensar para luego existir.

Con su permiso voy a leer un poco del libro…

Libro Yosomos

David  Grinberg Preciado 2014
David Grinberg Preciado 2014