La noche de octubre de 2014 en la que en mi propia ciudad, mi propio gobierno decidió golpear y mandar a cárceles de alta seguridad a estudiantes que pedían la aparición de los normalistas de Ayotzinapa pensé que todo se había perdido.
Sin embargo lo que siguió fue más aterrador aún: crisis económica, gobierno espía, corrupción sin límites, jueces y fiscalías inútiles incluso frente a las evidencias más obvias y la cereza del pastel, la ley de seguridad interior que daba el tiro de gracia a la libertad.
Entonces fue el día de ayer y pese a todo, la justicia llegó de manera pacífica a través de las urnas. Y volví a creer en la democracia mexicana y volví a salir a las calles, ahora a festejar, a gritar de esperanza.
Lo que queda será sin duda duro y habrá que obligar a qué se cumplan las promesas en paz, ojalá además lo hagamos juntos.
Pido por México en estas buenas horas para sus instituciones y para sus ciudadanos.