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Sócrates 308 Nueva Edición

Perdonen queridos lectores que no ponga una fecha exacta a lo que voy a contar, pero estamos hablando de principios de los años ochenta y no creo que tenga importancia, pues voy a recrear un domingo cualquiera en la casa donde nací y crecí.
Dedicado a mi familia toda con todo mi cariño.

Sócrates 308

La televisión Sony Triniton comprada por mi padre en el barrio de Tepito transmitía a todo color y a mayor volumen, la final del Abierto de Estados Unidos, entre Jimmy Connors e Ivan Lendl. Eran la dos de la tarde y habíamos llegado hace unos minutos desde el frontenis del deportivo a la casa de Polanco: mi padre Abraham, mi hermano Dani y yo de unos catorce años.
Mi mamá Kemy, junto con Petra -la nana de todos- ponía la enorme mesa.
El menú de los domingos era siempre el mismo: para empezar consomé de pollo y luego arroz a la mexicana, frijoles, carne deshebrada con mole y tortillas, muchas tortillas. Solamente cuando Petra se tomaba varios días de descanso, mi papá iba por unas carnitas con chicharrón al famoso Grano de Oro. 
Pero hoy Petra sí que estaba y se notaba por su mal humor, hasta que llegó mi hermano Jerry recién casado con su esposa Esther, para dibujar en su cara morena un sonrojo de alegría mientras abrazaba a su “gordito.”
Se escuchó por primera vez aquella tarde la pregunta habitual:
-¿ Va a venir Jackie (Jacobo) ?
-No sé, contesto Kemy, con ese muchacho nunca se sabe.
Dani y yo corrimos a enseñarle nuestra nueva manopla de béisbol Palomares a Jerry y salimos los tres disparados al jardín para unos lanzamientos, mientras Bucky el perro corría como loco tras la pelota de cuero.
Mi padre no podía despegar la vista de la tele; la vida le había quitado a su dios en Polonia, a su gran amor en el quirófano y la poca cordura que le dejó estaba ligada a su dosis diaria de litio que lo mantenía en un estado bastante apático y alejado de la realidad, aunque siempre mejor que durante sus brotes psicóticos.
Nathán apareció en la puerta, venia de recoger a Liz su novia y fue directo a la cocina a abrir las ollas. Petra se volvió a enojar ante la invasión.
– ¿Qué hay de comer para mí? Sabes que estoy malo de la panza.
– Uy que novedad. Pues hay arroz y te guardé pollo del consomé.
– ¿El arroz tiene ajo?
– No. Mintió Petra.
Nathán y Liz fueron a saludar al patrón, que mientras los besaba no despego la vista de la pelota que iba de un lado al otro de la pantalla.
– ¿Va a venir Jackie?
– Con tu hermano nunca se sabe.
Para entonces se habían hecho las tres de la tarde y todos nos moríamos de hambre.
– ¿Esperamos a Jackie?
– No voy a esperar toda la tarde, además se me van a enfriar las tortillas. Gritó Petra.
– A comer. Dijo mi mamá.
Inmediatamente nos sentamos a la mesa a devorar las delicias domingueras.
Comíamos mientras la tele pequeña del comedor, transmitía ahora, el duelo entre Lendl y Connors.
– Lendl se parece al conde Drácula.
– No sabía que en Transilvania hubiera canchas de tenis.
– Muy bien. ¡Qué bola! Gritó mi padre mientras Connors lograba su primera bola para partido.
– Muy bien Jimmy, los veteranos sabemos jugar mejor que los novatos.
Connors escuchó a mi padre y se hizo con el trofeo, pero la tele no se apagó, tuvimos que ver los comerciales de la Rubia Superior y esperar a que Jimmy alzara la copa para que la tele finalmente se callara. Para entonces Jerry dormía en un sillón mientras que Liz, Kemy y Esther se tomaban su café turco, hasta Nathán se animo a probar un poco.
– Solo para que Kemy me lea la taza.
-Una, dos y tres vueltas, ahora lo dejamos asentar.
Las tazas de las mujeres estaban llenas de estrenos, visitas y en el fondo del asiento dinero, pero la de Nathán tenía forma de intestino y mi madre no supo muy bien qué inventarle.
– ¿Y Jackie a qué hora llega?
– Si es que llega.
Mientras tanto Dani, 2 años menor que yo, jugaba con Buckie y conmigo béisbol, hasta que el vidrio que dividía el jardín con el comedor fue atravesado por una de mis mejores pichadas.
Se acabó la lectura del café y hasta la siesta de Jerry. Mi mamá nos gritaba sin parar. Por suerte en ese momento entró Jacobo.
Vestía una camisa oaxaqueña blanca con cintas de colores y nada más importó.
Todos a saludarlo, mi padre el primero, saliendo al fin de su tristeza al ver a su hijo mayor.
Jacobo nos abrazó a todos y se sentó en la mesa . Mientras saboreaba la comida de Petrita nos dijo sin más.
– En Cuernavaca estamos enseñándole a los niños a mirar con las manos.
– ¿A ver con qué?
– Les tapamos los ojos y les enseñamos a mandar al cerebro el mismo estimulo que envían con los ojos pero con las manos. Porque en realidad no vemos con los ojos, las imágenes son tan solo un producto de nuestro cerebro, lo único que hay que hacer es cambiar el canal de entrada.
Nadie creyó ni comprendió algo que a Jacobo le resultaba tan natural y obvio, pero ninguno habló.
– ¿Me enseñas a ver con las manos? Rompí el silencio.
– Claro, contestó.
Más de veinticinco años después las cosas aparentemente han cambiado mucho. Entre otras cosas, Abraham ya no está con nosotros y la casa de Sócrates 308 se convirtió en un edificio.
Pero Petra sigue cocinando en Tlaxcala, Nathán sigue teniendo problemas de digestión, Jerry es un experto en siestas y en jugar con los niños, Dani es de los pocos jugadores de frontenis en México con menos de setenta años, Kemy nos sigue leyendo la taza de café turco y yo cambié la raqueta por la pala de Padel Tenis, así que sigo lanzando pelotas contra los cristales.
Pero eso si, todos nos seguimos preguntando:
– ¿Va a venir Jacobo?

Foto: cortesía de Dan Grinberg Preciado.

La Batalla por el Templo (Completo)

A petición popular y para mayor facilidad de nuestros lector@s,  Yosomos edita en una sola entrada las cinco partes de la «Batalla por el Templo» del joven director mexicano de documentales Ivanov Marmolejo.

El video, basado en uno de los libros más entrañables de Jacobo Grinberg Zylberbaum con el mismo titulo, los dejará seguramente asombrados.

Un abrazo para tod@s

Visión Extra Ocular

Querid@s lector@s de Yosomos:

Uno de los temas tocados por nuestro blog o bitácora es el de la visión extra ocular. Jacobo Grinberg desarrollo en su meteórica carrera un sin fin de investigaciones y estudios tanto de campo como de laboratorio, sin embargo la que me toco experimentar en carne propia fue la también llamada dermovisión. Ser niño es el primer requisito para conseguir resultados y yo lo era cuando Jacobo enseñaba la técnica y como afortunadamente siempre he sido curioso, me convertí en uno de sus alumnos.

Sinceramente llevo mucho tiempo preguntándome si debemos ahondar más en el tema en esta tribuna. Hasta que descubrí en mi pasado la razón del temor a tocarlo.

La historia del porqué del miedo comienza así:

A los 12 años uno tiene mucha fe, sobre todo en los mayores a los que admiras.

Cuando Jacobo me explico que el mundo es solo lo que nosotros podemos percibir de él y que absolutamente todo -incluso las divisiones y las raíces cuadradas- pasan por nuestros sentidos y experiencia, mi percepción de la realidad ya no fue la misma.

Supe que vivir en “mi mundo” es en realidad lo único que puedo hacer, pues para mi y para cada uno de nosotros no existe otro.

Supe también que cada color, cada cosa, cada idea, representan algo distinto para cada quien.

Cuando Jacobo me explico que Albert Einstein estaba convencido de que solo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro, me uní a su lucha por usar cada vez un poquito más de ese 90 por ciento que duerme.

Cuando a continuación me expuso que lo que veíamos con los ojos era el proceso final de miles de conexiones entre neuronas, las cuales a su vez forman una imagen en nuestro cerebro y que esas imágenes las podían conseguir algunos niños enviando con las manos en lugar de con los ojos la información al cerebro.

Yo, a mis doce años, le creí.

Por ello, porque estaba seguro que funcionaría, hice todos los ejercicios y lo conseguí.

Unos cinco años después, a los diecisiete, retome la técnica y empecé a enseñar también.

Y pude hacerlo, especialmente con un amigo, entonces de doce años y que era el hijo del director de mi escuela. El consiguió leer paginas enteras igual que con los ojos pero usando solo las yemas de los dedos, su emoción lógicamente era tan grande que fue a mostrarle su habilidad a sus padres.

Un día me mandaron llamar a la dirección, estaba expandiendo las capacidades, ni más ni menos que del hijo del director del colegio. Nervioso y extremadamente enojado me ordenaron detenerme bajo amenaza de expulsión definitiva. Su hijo no podía convertirse en un fenómeno. Recuerdo la sensación de ser un bicho raro, de no entender cómo algo tan positivo podía causar tanto terror.

Entonces me quede muy confundido, resulta que el mundo es, según Jacobo, lo que nuestros sentidos nos dejan descubrir de él, pero la mayoría de las personas (sobre todo las que se parecen a mi ex director) piensan que el mundo es lo que esta escrito en los libros y en lugar de asombrarse con las capacidades que podemos conseguir simplemente dando lugar a la experiencia, prefieren no arriesgarse a ser especiales, como si no fuéramos especiales todos de entrada. Nada de territorio, solo mapas.

El silencio de todos, incluso el mío, es lo que quedo durante más de veinte años.

Pero hoy es diferente. Por la mañana una entrañable amiga a la que también le enseñe, me escribió sus recuerdos, ella tenía entonces doce años y yo unos diecisiete. Tengo su permiso para compartir a continuación su experiencia:

“Era el primer cuarto a mano izquierda parecía un cuarto normal pero ahí se rompían todas las reglas de la física. Prueba de ello era su closet que a veces era tan pequeño que no tenía lugar para las dos cartulinas y los cinco plumones que teníamos siempre tirados,  pero que podía tener espacio para 30 personas escondidas cuando jugábamos “sardinas enlatadas”. De ese mismo closet mágico salió un libro, igualmente mágico que se leía con los ojos cerrados.

Teníamos como 12 años, éramos pocos y esperábamos llenos de emoción a experimentar por turnos lo que no se enseña en las escuelas.

Uno por uno tomábamos a Dudi (David Grinberg) de las manos, realizábamos un ejercicio de respiración para pasarnos energía y luego, con los dedos extendidos y los ojos vendados nos enfrentábamos al papel. Al principio nada, luego muy poco y de repente los dedos se deslizaban contorneando las figuras de los dibujos que pasaban de ser una línea negra o una forma como un circulo azul, a  una imagen clara de paisajes que podíamos describir perfectamente, algunos con mas habilidad que otros. Cada vez que el dedo de alguien trazaba con exactitud algún contorno gritábamos emocionados… hubo quien pudo seguir la forma de las letras y después leer.

Nunca dude de que era posible, incluso años después repetí la experiencia, esta vez dirigiendo yo a grupos que al principio escépticos y después maravillados lograron ver no solo lo que aparecía en las paginas de los libros sino las frases que no han sido escritas porque solo mediante la vivencia se pueden leer.

Pero recuerdo ese cuarto de tapete azul y ventanas rotas y el olor en la memoria me hace retornar a tiempos y lugares en los que todo era posible si simplemente nos dábamos la oportunidad de creer. Y creímos.”

Escrito por Nili Bar

Infinitas gracias Nili, a partir de hoy no es más un secreto sepultado por el miedo a ser diferente.

Si les interesa saber más del tema recomiendo leer este formidable articulo. Por supuesto de Jacobo Grinberg Zylberbaum.

http://www.scribd.com/doc/16713430/Vision-Extra-Ocular-Jacobo-Grinberg

Un abrazo.