Sábado en la madrugada y voy en el coche por mi hijo a una fiesta. El camino desde la funeraria de la calle Felix Cuevas hasta Interlomas es largo y lluvioso.
La noche de ayer, 24 horas antes, un amigo de lentes que amplificaban su continua sorpresa por todo lo que le daba la vida, también conducía de noche y con lluvia para recoger a su hija de una fiesta. Quizá también pensaba que es mejor ir por los hijos que dejar que regresen con alguno de sus compañeros. Menos riesgos sin duda. Lo imagino escuchando el audio libro del Quijote, que tantas veces se había reproducido en sus semanales idas y venidas de Queretaro a la Ciudad de México.
Amigo y compañero de generación, colega de trabajo, en la Universidad Iberoamericana, la Ibero de donde salen sueños convertidos en realidad. Pareja de grandes amigas, padre de contemporáneos de mis hijos, ese era también Nacho.
Conocedor de los mejores BookTubers, aficionado a las series de TV, a la ciencia ficción, a los monstruos, amigo de amigos como Pablo Raphael y César Callejas, paralelo a nosotros en historia de vida, ese era también Nacho.
Antes, en la mañana paso por un televisor sin sonido y veo a Nacho en video, pienso que ha ganado otro premio (Siempre ganaba todos) o lanzado un nuevo libro, me alegro por él. No escucho, así que adivino. Hasta que ponen su nombre en grande y debajo un 1968 a 2016, entonces, después de segundos de incredulidad, comprendo que ya no necesito adivinar porqué aparece en la tele y me acerco a centímetros de la pantalla, como pidiendo que no sea cierto y me petrifico.
Quizá escuchaba la lectura de Cervantes cuando un accidente múltiple termino con su fugaz paso por el mundo, dejandole tiempo para llamar a su hija, para decir: no puedo ir por ti, disculpa, tuve un problema. Ese también era Nacho.
Yo cruzo la ciudad sin contratiempos, mi hijo sube al coche y llegamos a la casa de Cuajimalpa agradeciendo cada segundo.
En el desorden de mi librero se asoma un pequeño libro, de los primeros de Ignacio Padilla, «La Catedral de los Ahogados», en la primera página, una dedicatoria, un dibujo:
Ese también fue y para mi seguirá siendo Nacho.